"Eman ta zabal zazu munduan frutua" ("Gernikako Arbola", de Iparragirre)

23 de febrero de 2006

Así como nosotros

He leído varias veces eso de "¡Ser católico es un chollo! Haces todo el mal que quieres, y luego, hale, te confiesas, y ya está todo perdonado. ¡Qué fácil!"

Qué fácil, sí...

"Así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden". Ésta es una de las condiciones indispensables para obtener el perdón. Y es una de las cosas más duras que se pueden pedir a la mayoría de los seres humanos. Me ha dado por pensar un poco en algunas de las características que tienen que existir en este "perdonar a los que nos ofenden":

a) Asumir que hemos sido ofendidos. Y, aunque parezca lo contrario, es muy difícil. Muchas veces nos encanta medirnos con dureza y juzgar con vara de hierro el mal que hacemos, y justificamos el que nos hacen a nosotros. Y, si no reconozco haber sido ofendido ("én realidad no quería", "me lo merecía", "seguro que no se dio cuenta"...), es imposible perdonar. Perdonar no es "asumir que el otro en realidad no me hizo un mal", sino "asumir que el otro me hizo un mal, injusto e inmerecido... y aún así, perdonarle". Punto uno, y ya dificilísimo.

b) "Perdono pero no olvido", se dice muchas veces. La frase, en teoría, podría ser correcta, pero me temo que suele significar, más bien, "Quizás no haga nada para responder a este mal, pero guardaré el rencor dentro de mí". El perdón no debe darlo la voluntad, aunque la voluntad puede "pedirlo": debe darlo el corazón. Mientras no podamos mirar con amor a quien nos he hecho daño, aún no hemos perdonado del todo, aún debemos sanarnos algo más, y aún hay que pedir por ello.

c) "No puedo perdonarle si no se arrepiente". Y si se arrepiente, ¿de qué vale perdonarle entonces? El perdón, como fruto del amor, es un regalo: se da a quien no se lo merece, igual que Dios nos lo da a nosotros mismos, aunque no nos lo merezcamos. Si esperamos "un gesto por su parte" no estamos regalando... y es el amor gratuito el único que perdona.

d) "Aquí no ha pasado nada" es otro de los errores que cometemos muchas veces. Y tampoco. ¿Recordáis cuando Aslan termina de hablar con Edmund, en el episodio de la confesión en Narnia? No le dice "Aquí no ha pasado nada"; más bien al contrario, Aslan dice "No tenéis por qué hablar con vuestro hermano sobre algo ya pasado". El mal no se borra sólo por ser perdonado, como bien saben los que han leído Ender; y el nuevo amor no exime, más aún, exige aún más la corrección fraterna; pero el perdón "trueca la ofensa en intercesión", como explica maravillosamente el capítulo correspondiente del Catecismo.

e) Y el peligro que siempre acecha al cristiano: "cómo le he perdonado, qué piadoso soy, y qué suerte ha tenido de que sea tan piadoso que le he perdonado sin que se lo merezca"... La virtud del perdón, si no se realiza con un corazón humilde, y sabiéndonos pecadores y perdonados nosotros mismos, nos puede llevar indefectiblemente al orgullo, al fariseísmo. Éste es otro riesgo que tenemos que sobrellevar.

En resumen, y sin agotar el tema... qué fácil es, ¿eh? Sólo nos hace falta vaciarnos y entregarnos del todo...

Menos mal que, incluso cuando nos es imposible perdonar de corazón, podemos Pedir a Dios por el ofendedor, y por nosotros mismos; para que abra nuestro corazón a su Amor, al Amor que lo puede todo.

Escrito por Eleder a las 11:13 p. m.

1 aportaciones

Blogger Imperator dijo:

Buenas ideas en este post. Enhorabuena.

8:34 a. m.

 

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