"Eman ta zabal zazu munduan frutua" ("Gernikako Arbola", de Iparragirre)

11 de diciembre de 2005

El perdón de los pecados

Cuando la gente me pregunta "¿por qué ha ingresado usted en la Iglesia de Roma?", la primera respuesta es: para desembarazarme de mis pecados. Pues no existe ningún otro sistema religioso que haga realmente desaparecer los pecados de las personas.
(G. K. Chesterton)


Una de las cosas que nunca podré agradecer lo suficiente a la Iglesia que me ha acogido es precisamente ésta: que, haga lo que haga, por muy malos que sean mis actos y por graves que hayan sido mis errores (y los ha habido muy graves), sé que me son perdonados, con una única condición: la de prometer firmemente nunca más pecar.

Y sé que seguiré equivocándome y haciendo daño (sin querer, o quizás, terriblemente, queriéndolo). Pero sé que, en el momento en que quiera sinceramente volver a empezar, mis pecados me serán perdonados y empezaré de cero ante Dios.

Y si hay esperanzas que me dan fuerza para seguir adelante, ésta es una de las más importantes. Y no tengo palabras para dar suficientes gracias por ello.

Escrito por Eleder a las 8:52 p. m.

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