"Eman ta zabal zazu munduan frutua" ("Gernikako Arbola", de Iparragirre)

15 de noviembre de 2005

El martillo


Imaginad un martillo.

Bueno, para ayudaros a imaginarlo, pongo una foto. Ahí está: su mango de madera, su metálica cabeza, una parte roma, la otra con una especie de punta, a veces con dos... ¿Va bien? Vale.

Ahora imaginad que no existen los clavos. Que no sabéis lo que es clavar. Que es la primera vez que veis ese artefacto. Extrañadlo por un momento, pensad en él como un objeto desconocido.

Os habéis encontrado esa extraña cosa en una mesa. No sabéis qué es, ni para qué sirve. Lo tomáis con una mano, lo sopesáis, lo miráis al derecho y al revés... Y os dais cuenta de que es, realmente, algo informe. ¿Qué utilidad puede tener? Tosco y basto en su estructura, nada equilibrado en su forma, poco estético... No vale ni para la cocina, ni para adornar... Curiosa cosa.

Y, preguntando a vuestros amigos, unos piensan que, por su peso, se puede usar de pisapapeles. Otros lo utilizan para mantener puertas abiertas. Algunos, incluso, deciden utilizarlo como arma.

Es algo absurdo: casi os habéis decidido a tirarlo, como cosa prácticamente inservible... hasta que, de pronto, alguien os enseña un clavo.

Y toda la aparente absurdidez de la forma del martillo cobra completo sentido: es algo útil, insustituible, de hecho; muy necesario en ocasiones, y, sobre todo, perfectamente adecuado para su finalidad.

Pensando esto, pensaba en el ser humano. Tosco. Frágil. Inexplicable. Absurdo, las más de las veces... cuando no se conoce, o se reconoce, su finalidad, su objetivo, la razón por la que está hecho. Algunos piensan en que tanto da mantenerlo vivo que hacerlo desaparecer; otros creen que basta con que siga viviendo, aunque sea en una existencia sin razón; otros intentan que haga "cosas útiles", sin saber para quién ni para qué lo son: algunos, finalmente, lo usan como arma.

Pero una vez se conoce, o al menos se vislumbra, su finalidad y su razón de ser... de repente, todo cobra sentido. Y el ser humano es un objeto absolutamente maravilloso, perfecto para su objetivo. Que se puede usar bien y mal, claro, pero cuya forma es totalmente adecuada a su fin.

El martillo tiene una forma que sólo encuentra sentido en el clavar. El ser humano, sólo en el amar. Es normal que parezca un algo absurdo cuando no se entiende para qué ha sido hecho.

Escrito por Eleder a las 12:39 a. m.

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